R o s s e l l ó

El objetivo de este proyecto era realizar un centro de estética que no solo fuera un lugar en el que cuidarse, sino también un espacio en el que desconectar de la intensidad de la ciudad. Para conseguirlo, tenía que responder a los requerimientos del centro, pero también arropar al cliente y llenarlo de paz para ofrecerle una experiencia privilegiada.

Tras derruir todas las paredes, distribuimos el espacio en cuatro cabinas; una zona de espera en la que los clientes pudieran tomar algo como antesala al tratamiento y que complementamos con dos hornacinas en forma de arco para construir un expositor con los productos a la venta; un office cuyo acceso enmarcamos también con un arco para seguir con las formas redondeadas, acotar la zona de espera y evitar la sensación de tubo del local de forma harmoniosa; y una recepción construida con madera de roble en forma curva para crear continuidad, poder integrarla dentro del espacio reducido y evitar los cantos agresivos.

En los suelos, seleccionamos una moqueta en color piedra para aportar un elemento adicional de calidez y mimo en la pisada, y escogimos microcemento de la misma tonalidad para las zonas más delicadas de limpieza como el acceso, los boxes y el office. Siguiendo con el objetivo de aportar naturalidad y calma, revestimos las paredes con un tratamiento de cal del mismo tono convirtiendo el espacio en una burbuja que transmite la sensación de afecto que buscábamos.

Para los armarios de los boxes y del office, usamos la misma madera de roble de la recepción y, en la zona del office, optamos por un armario con cortina de color neutro con el que ganar textura y dinamismo y ocultar el guardarropa y la maquinaria técnica.

Finalmente, el tratamiento de la luz jugó un papel indispensable, ya que no sólo guía al usuario a través del centro, sino que ilumina los productos de belleza y la decoración para una experiencia inmersiva.

Fotografía Meritxell Arjalaguer

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